Lucía Rodríguez Málaga - Vie, 11/02/2022 - 14:40
Aprender a escribir en una pizarra.
Serie: 'Educación en la era digital'(CIII)
La habilidad escrita constituye una condición fundamental para participar plenamente en una sociedad cada vez más digitalizada, compleja y basada en textos. Mas del 85% de la población del mundo utiliza la escritura para diferentes propósitos, por ejemplo, como herramienta para aprender nuevos conocimientos, como instrumento terapéutico para expresar sentimientos o para entretener. La Unión Europea considera la alfabetización (comunicación oral y escrita) como la primera de las ocho competencias clave, lo que la convierte, por tanto, en el eje central de la currículo educativo. A pesar de la versatilidad y la indudable utilidad de la habilidad escrita, los resultados de rendimiento de diferentes países, incluida España, refieren que el alumnado (tanto a nivel de Educación Primaria como a nivel universitario) no desarrolla correctamente su competencia escrita.
Para abordar esta problemática, y con el objetivo de prevenir tempranamente las dificultades de aprendizaje, en los últimos años, se han abierto nuevas líneas de investigación centradas en la mejora del proceso de enseñanza-aprendizaje de la competencia escrita. En este sentido, la enseñanza tradicional de la competencia escrita se ha focalizado únicamente en mostrar al alumnado ejemplos textuales y sus características o la enseñanza de la gramática y la ortografía. Este enfoque se constituye como incompleto si se tiene en cuenta la propia naturaleza de la escritura.
Hoy sabemos, que escribir es un proceso altamente complejo y desafiante. Esto se debe a que la escritura tiene una naturaleza multidimensional, que involucra varios procesos cognitivos: planificar (explorar el tema, estructurar y organizar el contenido); transcribir (codificación gramatical y recuperación de conocimientos sintácticos y semánticos) y revisar (evaluación).
Para llevar a cabo estos procesos cognitivos, se ha demostrado que es fundamental el despliegue de habilidades de autorregulación (establecer objetivos, autoinstrucciones, autoevaluación, etc.). Dada la complejidad de la escritura, no es de extrañar que el alumnado de todas las edades tenga problemas para lograr una escritura de calidad. Por lo tanto, la escritura no sólo requiere tener conocimiento de aquello sobre lo que vamos a escribir, sino también poseer conocimiento de los procesos cognitivos implicados y de cómo y cuándo llevarlos a cabo.
Cuaderno de escritura.
Actualmente, son numerosos los estudios que demuestran, que uno de los enfoques más efectivos para enseñar a escribir, es la instrucción estratégica y autorregulada. Se constituye como el más eficaz en diferentes niveles de la etapa educativa y para alumnado con y sin dificultades de aprendizaje. De hecho, los estudios comparativos demuestran, que aquellos alumnos que aprenden con un enfoque tradicional frente a los que lo hacen con este tipo de instrucción, no sólo obtienen un peor rendimiento en términos de calidad textual, sino que, además, apenas planifican y/o revisan sus textos o lo hacen de manera ineficiente (con la consecuente repercusión en el producto textual final).
La instrucción estratégica y autorregulada permite que el alumnado alcance un dominio autorregulado y autónomo de los procesos cognitivos anteriormente mencionados. Para lograrlo, no se aplica una única técnica, sino que se combinan diferentes métodos identificados como prácticas efectivas y basadas en la evidencia. En otras palabras, la instrucción estratégica y autorregulada tiene una naturaleza multicomponente (¡al igual que la escritura!).
En consecuencia, a través de este enfoque, se combina diferentes contenidos de instrucción con diferentes componentes instruccionales. Así, por ejemplo, es posible enseñar al alumnado el conocimiento declarativo y procedimental del proceso de planificación textual (qué, cómo y cuándo) haciendo uso de reglas mnemotécnicas que le permitan recordar la información.
Para lograrlo, el docente puede emplear una combinación de diferentes componentes instruccionales, entre ellos: instrucción directa que proporciona al alumnado un conocimiento estratégico explícito sobre los diferentes procesos involucrados en la escritura y sobre el producto textual (por ejemplo, las características que tiene que tener un texto de opinión para ser de calidad); uso del modelado a través del cual el docente, ejemplifica como desarrollar el proceso de escritura (o una estrategia especifica) de manera autorregulada, utilizando el pensamiento en voz alta a través del empleo de auto-preguntas (por ejemplo, ¿qué debo hacer primero? ¿cómo lo voy a hacer?) y auto-respuestas (por ejemplo, lo primero que tengo que hacer es pensar el objetivo de mi texto, y la tipología textual que debo realizar, a continuación…); uso de la práctica colaborativa, esto es, el alumnado imita el modelado observado previamente mediante el trabajo por pares.
En resumen, para que los estudiantes tengan éxito académicamente, deben aprender a escribir. Es importante, por lo tanto, promover un entorno de escritura en el que los estudiantes puedan adquirir el conocimiento de esta y practicarlo. El mensaje no es otro, que el de desarrollar y fortalecer la idea de que la escritura es un habilidad compleja que no se puede aprender automáticamente, sino que se debe enseñar de manera eficaz, y esto requiere que los docentes le dediquen el tiempo necesario.
Editor: Universidad Isabel I
Burgos, España
ISSN: 2659-5222
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