Gustavo Eduardo Toledo Lara Profesor de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Isabel I
Vie, 05/02/2016 - 16:00

     Hace poco estaba haciendo una revisión bibliográfica sobre un artículo que estaba elaborando. El tema era sobre la tutoría virtual y el papel del profesor en este proceso. De manera habitual, un primer acercamiento a dicho tema consiste en revisar cómo se encuentra actualmente la discusión en torno a este aspecto y cuáles son las principales tendencias dentro del debate respectivo. Una de las cosas que me sorprendieron fue leer tantas observaciones dirigidas hacia el docente y como es valorado en mil y una encuestas. Sin embargo, pocas, muy pocas apuntaban hacia la necesidad de un plan estructurado de formación dirigido hacia el docente en cuanto al manejo efectivo y real de las nuevas tecnologías dentro de su práctica profesional.

     En este ejercicio de leer y revisar, me encontré con un estudio que trata sobre las opiniones de los españoles respecto a las universidades publicado a mediados del año 2014. Desde luego, al leer el índice mi atención casi automáticamente se dirige hacia el aspecto docente. Los autores, Pérez-Díaz y Rodríguez (2014), reflejan como uno de los resultados de dicho estudio lo siguiente:

Los encuestados han evaluado con un 6,2 sobre 10 la preparación de los profesores universitarios para dar clase, y con un 5,7 su vocación. Se trata de puntuaciones más bajas que las obtenidas por maestros y profesores de secundaria en una encuesta de 2012, y sorprenden porque el prestigio de los profesores universitarios es claramente superior. (p. 50)

     Llama poderosamente la atención que los encuestados han formado parte de la comunidad universitaria, es decir, han sido en este caso estudiantes universitarios que siguen algún curso o que ya son egresados. Otro de los aspectos que resaltar es que dicha encuesta se realizó con la técnica de entrevista CAWI (Computer Assisted Web Interviewing), cuya característica principal es que el formulario se completa en una plataforma web y aporta una agilidad importante en la obtención de los resultados.

     Este aspecto, aunque pudiese pasar por alto, puede significar para los tecnoescépticos que, de manera formal, las tecnologías ya forman parte del quehacer humano y poco a poco la sociedad se va decantando entre aquellos que tienen acceso a la información y los que no tienen dicho acceso. Por lo tanto, ¿por qué sigue siendo una extrañeza la formación online, si para muchos procesos rutinarios la tecnología ya se ha hecho presente? Al parecer, para los tecnoescépticos dicha presencia no es más que una moda que en algún momento pasará, pero tal vez esta postura también esté afectando la manera en la que nos ven.

     Volviendo a la lectura del estudio realizado, otro aspecto que destacar es precisamente la valoración que se tiene hacia el docente, especialmente sobre dos aspectos que son sustanciales: la preparación de los profesores y su vocación. Para aquellos que no consideran esto como relevante, fíjense en los resultados de dicha valoración en la que tímidamente se superan los 5 puntos sobre 10. Por lo tanto, el efecto que irradia nuestra actividad es más que palpable, y más aún cuando se trata de que en muchos casos el contacto con la Universidad principalmente viene dado a partir de la relación profesor-estudiante.

     Por otro lado, es muy posible que dentro de los encuestados existan personas que se están preparando para la docencia, ya sea en el primer ciclo (grado) o en el segundo ciclo (especializaciones y/o máster); por lo tanto, no significa que estamos opinando de lo que hacen otros, se trata de que estamos emitiendo una valoración sobre nosotros mismos y aquí hay una gran diferencia, ya que si no sentimos que somos sujetos y no objetos de la educación, siempre la veremos como algo ajeno o  que no nos pertenece.

     Pregunto: ¿aquí donde está la innovación educativa? Posiblemente la innovación educativa no consista en aplicar eventualmente una herramienta tecnológica. Esto sería más bien el punto de partida para un cambio sustancial. Nos referimos entonces a que la innovación educativa debe estar medularmente condicionada por una nueva práctica educativa en la que la tecnología facilite el proceso de enseñanza y aprendizaje y que, desde luego, tanto el profesor como el estudiante no sientan que el ordenador es el que habla, sino que es a través del ordenador; por ejemplo, que se pueden realizar las más diversas actividades, pero siempre contando con esa «chispa» que le imprime el docente para que se «enciendan» la motivación y el interés. No es que el profesor sea el único que tiene que cambiar; tiene que cambiar todo un sistema: desde las políticas de más alto nivel hasta la práctica docente, y desde luego el rol de todos nosotros como gerentes de nuestro propio conocimiento.

     Por otro lado, y vinculado a la acción docente, Martínez, Pérez y Martínez Juárez (2014) identifican un factor de singular interés dentro de la educación superior. Se trata en este caso de la tutoría y del efecto de ella. De tal manera que:

El interés que suscita la tutoría en la educación superior reside en el intento de dar respuesta a las nuevas necesidades de la institución universitaria y de los estudiantes que acceden a ella (…) aunque no debemos olvidar que si al profesor le va a costar asumir este modelo, al alum­nado también. (p. 272)

     Es decir, se trata de que el proceso de acompañamiento implica dar respuestas a los retos que actualmente propone el sector educativo. Tal y como señalan los autores antes referidos, no deja de ser un desafío para los actores implicados, ya que no se trata de innovar en este caso la tutoría, haciendo un uso primario de las herramientas. Al alumnado le va a costar trasgredir el patrón habitual de lo que hasta ahora ha sido su experiencia formativa, pero al profesor posiblemente le cueste (y a veces rechace) una nueva práctica dentro del sector educativo.

     e-alumnaTímidamente, está afianzándose la relevancia de la educación online como modalidad formativa. Sin embargo, uno de los obstáculos para instaurar nuevas prácticas es precisamente vencer el miedo, dejar de ser tecnoescépticos, y reconocer que la fortaleza de cualquier modelo formativo siempre va a depender de nuestra disposición hacia el bien común y desde luego hacia la búsqueda de la excelencia.

 

 

 

Referencias bibliográficas:

Martínez, P.; Pérez, J. y Martínez Juárez, M. (2014). Una (re)visión de la tutoría universitaria en los estudios de Grado. REDU. Revista de Docencia Universitaria, 12(1), 269-305.

Pérez-Díaz, V. y Rodríguez, J. (2014). Opiniones de los españoles sobre sus universidades: algunas perspectivas. Madrid: Fundación Europea Sociedad y Educación.

 

Entrada publicada el 05/02/2016

Editor: Universidad Isabel I

Burgos, España

ISSN: 2659-5222

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