Gustavo Eduardo Toledo Lara Profesor de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Isabel I
Sáb, 22/10/2016 - 13:42

Profesor enseñando

Para los que hacemos vida universitaria desde el rol de profesores, suele ser algo común escuchar o leer el uso del término «academia» o «académico». Sin embargo, este uso ha estado también asociado a cierto rigor o distancia respecto a los considerados «académicos»; en realidad el lejano origen de esta palabra dista mucho de esta percepción. Según la Real Academia Española, una de las acepciones de la palabra «academia» es casa con jardín, cerca de Atenas, junto al gimnasio del héroe Academo, donde enseñaron Platón y otros filósofos.

Posiblemente nos sorprendamos al saber que Platón fue académico, así como somos los profesores universitarios. Según refieren, los académicos eran personas muy reconocidas en Atenas, se distinguían por su elegancia y refinado comportamiento[1]. Ahora bien, Academos fue un héroe de la mitología griega y al lado de su tumba se encontraba un bosque sagrado en el cual Platón funda su academia. Hay otros autores que, al hacer mención a esto, afirman que Platón funda su academia en los jardines de Academos, en la cual se dedicaban a investigar y a cultivar el saber y el conocimiento. El alumno más famoso de la Academia de Platón fue Aristóteles.

Platón, como fundador de su academia, mantuvo siempre una participación muy activa dentro de todo lo que allí se enseñaba. Así, y con un estilo de redacción muy particular, escribió sobre filosofía de la educación, filosofía del lenguaje, cosmología, cosmogonía, metafísica, gnoseología, epistemología, antropología filosófica, psicología, ética y filosofía política.

Ya para aquel entonces (muchos años antes de Cristo) se empleaba la organización del saber según un conjunto de áreas: gramática, aritmética, música, geometría, astronomía, retórica y dialéctica.

Haciendo una interesante (y atrevida) analogía, podemos inferir que también el sabio Platón elaboraba sus propias unidades didácticas, las cuales formaban parte de los contenidos que estudiar en las que conocemos ahora como asignaturas. Su «aula virtual» era el Timeo (el Timeo era el contenido escrito en papiro o en pergamino por Platón en forma de diálogo en el que diferentes personajes discuten sobre un tema mientras se formulan preguntas –algo tal vez parecido a un estudio de caso). Algunos de los profesores de la Academia fueron: Aristóteles (exalumno de esta academia), Jenócrates, Crates, Crantor, entre otros. Los profesores de la Academia de Platón se reunían con sus estudiantes y entre todos trataban de construir una reflexión crítica a partir de los aportes que cada uno de ellos ofrecía, a partir del contenido creado por el mismo Platón (más o menos como una especie de foro de discusión).

Con el correr del tiempo y en otro lugar, se empieza a construir una concepción de la organización de las enseñanzas, lo que llamamos ahora currículo educativo. Nos encontramos entonces con el emperador Carlomagno, quien funda en su palacio la «Escuela Palatina» (hablamos aquí del año 782) como estrategia para el renacer de la cultura, convirtiéndose dicha escuela en un modelo para la creación de otras conocidas como «escuelas carolingias». En esta Escuela Palatina, el currículo educativo estaba formado por el trivium (gramática, dialéctica y retórica) y el quadrivium (matemática, aritmética, geometría, astronomía y música).

Tal y como hemos podido descubrir en estas «pinceladas», la organización de las enseñanzas y el sentido de la academia que hoy reconocemos es fruto de la evolución de las disciplinas y la tecnología. No obstante, la academia originalmente sí tuvo ese sentido de enseñar y aprender, y sobre todo de ejercitar el intelecto para fortalecer el conocimiento. No podemos hacer a un lado el interés por la transmisión de la cultura y los valores civiles que también seguimos defendiendo desde la Universidad actual.

Así que, de ahora en adelante, cuando nos llamemos o se dirijan a nosotros como «académicos», puede ser que nos estén diciendo: «cultivadores del conocimiento», «curricultores» o «académicos platónicos». En todo caso, el denominador común es (y debe ser) la pasión por enseñar y el gusto por aprender.

 

[1] https://www.academia.edu/1245775/HISTORIA_DE_LA_ACADEMIA_PLAT%C3%93NICA

 

Entrada publicada el 22/10/2016

Editor: Universidad Isabel I

Burgos, España

ISSN: 2659-5222

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