Patricia Comesaña - Lun, 10/04/2017 - 18:11
Ilustración Fernando Serra
Serie: 'Del dicho al hecho histórico' (XXX)
Hoy en día «poner los cuernos» es una expresión con un uso tan habitual como significado despectivo. De hecho, a nadie le gusta sentir que su pareja le ha «puesto los cuernos», por su carácter peyorativo, por la infidelidad y el quebrantamiento de la confianza entre dos personas que mantienen lazos afectivos.
Y aunque hoy en día es una expresión muy extendida, hay cierta confusión acerca de su origen.
Parece ser que, para encontrar el origen etimológico de la expresión «poner los cuernos», nos tenemos que poner un casco adornado con cuernos y retroceder hasta la época vikinga. En aquella época, los jefes de los poblados vikingos tenían una serie de beneficios por ostentar el poder. Entre ellos, el de poder mantener relaciones íntimas con cualquiera de las mujeres del poblado, ya fueran solteras, casadas o estuviesen siendo pretendidas por algún otro hombre.
En el código vikingo, cuando el jefe de la aldea colocaba este casco adornado con los cuernos de animales en la puerta de la casa, significaba que se encontraba acompañado de una fémina, por lo que no debía ser molestado bajo ningún concepto. La expresión se popularizó con el significado actual, porque empezó a emplearse cuando, tristemente, estas mujeres que debían estar disponibles para cualquier capricho del jefe eran mujeres comprometidas o casadas.
Otras líneas de investigación, como la de la filóloga Héloïse Guerrier, nos indican que esta expresión se remonta a la Edad Media y hacía referencia al «derecho de pernada» que ostentaban los señores feudales y que les permitía yacer con cualquier mujer de su feudo, pero también de acostarse con la mujer de un vasallo en la noche de bodas. Al igual que en el caso anterior, se colocaba una cornamenta de ciervo como señal del acto que se estaba llevando a cabo en la alcoba.
Una opción más legendaria de la expresión proviene de la mitología griega para relatar que Pasifae, esposa del rey Minos, fue infiel a su marido con un toro adorado en Creta. Como resultado de esa relación nació una criatura, mitad hombre mitad animal, con cabeza de toro y cuerpo humano, llamado Minotauro. Metafóricamente, a partir de entonces, comenzó a considerarse a los cuernos una señal irrefutable de infidelidad conyugal.
A partir de estas referencias históricas han aparecido múltiples hipótesis para explicar el origen de esta singular expresión. Si quieres conocerlas y ampliar la información, no dejes de consultas las siguientes fuentes de consulta:
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