Andrés Seoane Fuente - Mié, 17/05/2017 - 10:59
Ilustración: Fernando Serra
Serie: 'Del Dicho al Hecho Histórico' (III)
Muchos siglos contemplan el uso de este dicho, que en la actualidad puede comprenderse en una doble vertiente: el esfuerzo de no encomendar los deseos propios a la espera de un milagro sin trabajar para obtenerlo, o bien aparentar una actitud correcta a ojos de Dios mientras en la sombra este comportamiento es diametralmente opuesto.
La obra Philosofia vulgar (1568), del autor sevillano Juan de Mal Lara, explica el origen de este refrán dividiéndolo en dos partes. En primer lugar, observa que “obliga la razón a que cuando hubiéramos de hacer algo pongamos luego delante la memoria del Señor, a quien debemos pedir, y detrás de esto la diligencia, no esperando milagros nuevos ni quedándonos en una pereza inútil; con esperar la mano de Dios sin poner algo de nuestra parte, pensemos que se nos ha de venir hecho todo”. Por otra parte, relata la historia de un carretero cuyo carro quebró en un camino, y tras el accidente se encontró con San Bernarndo. Al rogarle que Dios por su intercesión arreglase el vehículo, este le contestó: “Yo rogaré a Dios, amigo, y tú entretanto da con el mazo”.
En una segunda concepción de carácter irónico y para denunciar la doble moral del clero en algunas de sus acciones, Rodríguez Marín (1929) explica lo siguiente: “Díjose de muchos eclesiásticos, más atentos a lo temporal que a lo de la otra vida”.
Este refrán también aparece en obras relevantes de la literatura española, como Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615), de Miguel de Cervantes Saavedra, o Sancho Saldaña o El Castellano de Cuellar (1884), de José de Espronceda.
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