Jorge Izquierdo Zubiate - Lun, 30/10/2017 - 12:18
Esta entrada del Blog de la Universidad Isabel I reproduce íntegramente un artículo de Jorge Izquierdo, profesor y coordinador de I+D+i de la Universidad Isabel I, publicado en el suplemento Innovadores de El Mundo de Castilla y León, el 24 de octubre de 2017.
Los nuevos modelos empresariales de economía colaborativa han cambiado la realidad de nuestro mundo en una década. A modo de ejemplo, Uber se ha convertido en la mayor plataforma de transporte entre particulares sin disponer de vehículos, y Airbnb tiene una valoración muy superior a las cadenas hoteleras internacionales sin poseer ni una sola habitación de hotel.
Sin embargo, estos modelos no están exentos de críticas, algunas de ellas de voces muy autorizadas y nada dudosas en su apoyo a las nuevas tecnologías y los nuevos modelos de negocio.
Tom Slee en su reciente libro “Lo tuyo es mío. Contra la economía colaborativa”, apunta buena parte de las problemáticas asociadas al desarrollo explosivo de estas empresas. Su tesis es que estos nuevos gigantes están impulsando un libre mercado desregulado en ámbitos de nuestras vidas anteriormente protegidos. Esta concentración y desregulación ya está teniendo efectos muy visibles en nuestro entorno, como la “gentrificación” de los centros de las principales ciudades de los países desarrollados, en las que los alquileres habituales no pueden competir con modelos como el de Airbnb.
Eric Peters, fundador y CEO de la firma de capital riesgo One River, ha manifestado recientemente que este tipo de empresas tecnológicas disruptivas podrían ser únicamente mecanismos basados en la desregulación y la reducción de salarios. Según Peters, estos modelos dependerían menos de la innovación tecnológica que de los cambios en la forma de empleo y la reducción de salarios.
Elogios o críticas aparte, la estrategia de desarrollo de estas nuevas empresas sigue modelos bastante clásicos basados en conseguir un tamaño lo suficientemente grande como para que su posición les permita tomar ventaja en el sistema. Además el entorno legal de internet y el masivo crecimiento en usuarios está impulsando una cierta aceptación tácita de estos nuevos ámbitos de menor regulación.
Que los nuevos modelos de economía colaborativa han contribuido a mejorar y hacer más accesibles muchos productos y servicios es más que cierto, aunque también lo es la posición de dominio que están adquiriendo, que a veces conduce a situaciones poco deseables. Este tipo de empresas han llegado no solo para quedarse sino que van a tener una influencia preponderante, por lo que nuestra sociedad y gobiernos deberán trabajar para que su encaje sea el más adecuado y sostenible dentro de nuestra realidad económica y social.
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