Irene García Lázaro - Vie, 02/12/2022 - 08:39
Infografía de madre e hijo con un libro.
Serie. 'Un Viaje por la Ciencia' (XXXVII)
En la actualidad, nadie pone en duda que la familia es el primer agente educativo, ya que la educación es un proceso que da comienzo desde el nacimiento. Una vez que los niños y niñas comienzan la formación reglada, los docentes pasan a tener un rol determinante en la educación de los menores, proporcionándoles conocimientos, valores, formas de vida, etc. Por esto, es fundamental que entre ambos agentes educativos se establezca un punto de encuentro, donde se vele de manera conjunta por los beneficios de los pequeños y donde se plasme la importancia de fomentar en los menores la curiosidad por la ciencia.
Para que este vínculo sea fructífero, desde la escuela se debe dar importancia a divulgar la ciencia, implicando a las familias, impulsando un compromiso activo y actuando de manera cooperada. Igualmente, es fundamental que los divulgadores conozcan la diversidad familiar existente, lo que les permitirá adoptar multitud de estrategias para lograr la participación efectiva. En este sentido González (2014) afirma que: “uno de los grandes desafíos que se nos presentan es abordar esta complejidad familiar y educativa intentando encontrar nuevas formas de convivencia. Si no hacemos esto, lo único que nos vamos a encontrar es una gran cantidad de problemas” (p. 20). Para que esto sea posible, la escuela debe crear un clima de confianza que permita a las familias participar libremente a través de diferentes canales de comunicación como tutorías o entrevistas del docente con la familia (individual o grupal), a través de asociaciones de Madres y Padres de Alumnos (AMPA), mediante las escuelas de madres y padres o a partir del Consejo Escolar.
Estos canales de participación deberán ser espacios abiertos y flexibles, donde se cree un clima positivo que permita a las familias reflexionar sobre la educación de sus hijos e hijas. Al respecto Bazarra et al. (2011) establecen una serie de condiciones para que la comunicación entre ambos agentes educativos sea eficaz:
- Sinceridad. Para que la relación sea verdadera, todos los implicados deben hacer un esfuerzo por ser sinceros ante los demás, manifestando abiertamente sus sentimientos.
- Crítica y autocrítica. Las críticas que se realicen deberán ser constructivas y que ayuden a mejorar en algún área.
- Empatía. Para una adecuada comunicación, es primordial saber escuchar y tener la intención de entender al otro.
Para finalizar, la participación de las familias en las actividades científicas proporcionará mejores resultados a los estudiantes, poseyendo una mejor imagen de sí mismos, aumentando su autoestima y confianza.
Referencias bibliográficas
Bazarra, L., Casanova, O. y García, J. (2011). Profesores, alumnos, familias. 7 pasos para un nuevo modelo de escuela. Narcea.
González, O. (2014). Familia y escuela, escuela y familia: guía para que padres y docentes nos entendamos. Desclée de Brouwer.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-1808
Burgos, España
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