Atteneri Hernández Torres - Mar, 27/09/2022 - 12:20
Una joven con la piel de gallina en el brazo.
Serie: 'Neurociencia Educativa' (XXXVI)
Piensa en el efecto que tendría sobre ti escuchar arañar una pizarra. Sin duda es sumamente desagradable, pero ¿por qué en muchas ocasiones este tipo de ruidos hace que se nos erice la piel?
Cuando un estímulo auditivo es recibido por nuestro cerebro, inmediatamente pasa a la corteza auditiva primaria, la cual se encuentra en el lóbulo temporal de todos los primates y es la responsable del procesamiento de la información auditiva. Conectado a la corteza auditiva se encuentra la amígdala, que es considerada una estructura esencial para el procesamiento emocional de las señales sensoriales. Piensa en lo siguiente, cuando escuchamos una canción triste, ¿nos trasmite tristeza? O, todo lo contrario, ¿una canción alegre que nos puede animar la mañana? El hecho de que la corteza auditiva esté conectada con un centro de procesamiento emocional permite que estímulos auditivos puedan despertarnos diferentes emociones.
De hecho, algunos ruidos nos son extremadamente desagradables y nos producen malestar. Suelen ocurrir de forma universal y, a su vez, nos ponen la piel de gallina. Esos sonidos desagradables responden a procesos de aprendizaje que filogenéticamente hemos desarrollado, es decir, a lo largo del desarrollo de toda la especie humana. Un ejemplo es el llanto de un bebé. El ser humano está filogenéticamente programado para sentir que el llanto de un niño es desagradable. Y es que un niño es un ser humano dependiente y su llanto avisa al adulto de que algo le ocurre o algo necesita, por lo tanto, para perpetuar la especie debe entender ese llanto como una amenaza real. No obstante, otros sonidos nos son también universalmente desagradables, pero aparentemente no tienen una amenaza real, como puede ser, por ejemplo, arañar una pizarra. ¿Por qué ocurre esto?
Los sonidos estridentes, como el chirriar de una tiza en la pizarra o un tenedor arañando un cristal, son sonidos que se emiten en una frecuencia alta, al igual que el llanto del bebé, y responden a los mismos mecanismos de defensa que los seres humanos hemos desarrollado filogenéticamente. El hecho de que la piel se erice es un mecanismo que ocurre en muchas especies cuando sienten miedo o ira, y es uno de esos mecanismos que tiene el cuerpo para prepararse para la lucha o la huida.
Cuando un animal salvaje se eriza, está intentando que su cuerpo parezca más grande y, por lo tanto, defenderse ante esa posible amenaza. Al igual que pasa con la ansiedad, se trata de un mecanismo de defensa que es necesario para nuestra supervivencia como especie. Cuando nos sentimos en peligro, nuestro cuerpo reacciona y facilita que nos preparemos para la acción (por ejemplo, manteniéndonos alerta). Sin embargo, los peligros de la vida del ser humano actualmente han cambiado mucho (ya no debemos enfrentarnos a animales salvajes) pero filogenéticamente nuestro cuerpo, no se ha terminado de acostumbrar a nuestra cómoda vida contemporánea. Por ello, la ansiedad se vuelve desadaptativa o respondemos a ruidos desagradables como si fueran una amenaza. Es el momento en que nuestro cuerpo segrega adrenalina, que es la responsable de la piloerección.
Editor: Universidad Isabel I.
ISSN 2697-0481
Burgos, España.
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