Rodrigo Cubillo León - Mar, 08/03/2022 - 10:00
Mujer embarazada realizando ejercicios de resistencia.
Serie: 'El Reto del Profesor en Formación' (XXII)
Hoy, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, hemos creído conveniente realizar una reflexión en torno al papel de la mujer en el deporte. El deporte, desde su nacimiento, está fuertemente influenciado por el paradigma masculino desde el que se originó. En sus inicios, la mujer sufría una total exclusión, pues el deporte se asociaba de forma directa a la hombría.
Se han dado grandes pasos desde entonces, pero aún estamos muy lejos de lograr una equidad de género real y efectiva. Como señalan Santos y Balibrea (2004), la discriminación social se ve reflejada en el deporte, extendiendo estereotipos y pautas de desigualdad tales como la vinculación del deporte y la virilidad, la pervivencia de prácticas sexuadas, la vinculación del deporte femenino con la estética, desigualdades en el uso del tiempo, y una menor tasa de participación en la adolescencia.
En la tabla 1 podemos observar una clara evidencia de esta sexualización del deporte, existiendo algunas modalidades socialmente asociadas a las mujeres, como es el caso de la Gimnasia, el Baile deportivo o la Hípica, mientras que otras son vinculadas a los hombres. Esta discriminación estructural está fuertemente arraigada en el entramado social, y aún está lejos de desaparecer.
El más claro ejemplo de la feminización de un deporte es la Gimnasia, correspondiendo más del 93% de las licencias federadas a las mujeres. En cuanto a la masculinización, me gustaría destacar el caso del fútbol, pues a pesar de ser un deporte globalizado y accesible, sigue mostrando un claro dominio masculino con más del 92% de las licencias federadas.
Este menosprecio estructural hacia la mujer en el deporte ha tenido recientemente un episodio más. A raíz del vigésimo primer Grand Slam del deportista español Rafael Nadal, los medios no tardaron en ensalzar este gran mérito: «Nadie ha ganado 21 Grand Slams». Así surgieron «las nadies del tenis», Margaret Court, Serena Williams y Steffi Graf, todas con más de 21 Gran Slams a sus espaldas.
Fuente del montaje: Margaret Court (El Mundo), Serena Williams (El Mundo) y Steffi Graf (Diez Minutos)
Entre los quince tenistas con más títulos Gran Slam (tabla 2) de todos los tiempos encontramos hasta siete mujeres. Dentro de este listado histórico nos gustaría destacar a dos deportistas en concreto, por un lado, otro gran olvidado, el tenista en silla de ruedas Shingo Kunieda con un total de 27 Gran Slams, y por otro, el caso de Margaret Court, a la cual, si le sumáramos los 19 Gran Slams conseguidos en dobles, llegaría a la ingente cantidad de 43 títulos. Sin duda, una hazaña heroica.
Otro aspecto clave en la relación mujer-deporte tiene que ver con la maternidad y los evidentes cambios fisiológicos que esto conlleva. La mujer ha sido claramente discriminada por su condición, forzándola a realizar una elección entre su carrera profesional o la maternidad. Hay distintos casos, como el de Tania Medved en 2001, quien al quedarse embarazada vio rescindido su contrato por una cláusula muy extendida en el deporte femenino por aquella época, en la cual se recogía específicamente que el embarazo era motivo de rescisión del contrato (Pérez, 2001). Otro ejemplo bastante reciente es el de Lara Lugli en 2019, quien no solo fue expulsada del equipo, si no que llego a ser demandada por “violar la buena fe contractual” y esconder su deseo de ser madre (Pacho, 2021).
Sin embargo, en ocasiones esa maternidad ha sido utilizada como un dopaje natural, ya que durante las primeras semanas de embarazo aumenta el volumen de sangre y el número de glóbulos rojos, lo que repercute en el transporte de oxígeno a los músculos. El embarazo de las gimnastas, y su posterior aborto, para el aumento del rendimiento deportivo era “supuestamente” una práctica habitual en el bloque soviético (Las Provincias, 2017).
Entre muchas otras, Serena Williams, una de las “nadies”, ha demostrado que si es posible compatibilizar la maternidad con una carrera deportiva profesional. En 2017 gano su veintitresavo Grand Slam estando embarazada ante su hermana Venus, superando así a Steffi Graff. Tras casi tres años de sequía, y cinco finales perdidas entre 2018 y 2019, en 2020 volvió a ganar en el Torneo WTA de Auckland.
En lo referente a la competición deportiva por excelencia, los Juegos Olímpicos (JJOO), las mujeres no fueron aceptadas hasta 1.900, pero limitando su participación al golf y al tenis. No fue hasta 1928, en Amsterdam, donde podemos hablar de una participación real de las mujeres en los JJOO. Esta exclusión de la mujer en los JJOO tuvo una relación directa con el pensamiento del barón de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos modernos, quien defendía que la presencia de la mujer era algo desacertado y antiestético (Huamán y Melgar, 2022).
Durante los JJOO de Tokio se vivió una nueva muestra de discriminación hacía la maternidad, hablamos del caso de Ona Carbonell, a quien se la impusieron una serie de “obstáculos” que finalmente le impidieron continuar con la lactancia de su hijo. Una vez más vimos esa imposición de elección entre el deporte o la maternidad (Álvarez, 2021).
En cuanto a la actuación española en los Juegos Olímpicos, me gustaría destacar que, durante la última década, las representantes femeninas no solo han reducido la diferencia con los hombres en el número de medallas obtenidas, si no que en dos de los tres JJOO que se han disputado en dicho periodo, han superado a los representantes masculinos, especialmente en Londres 2012, donde obtuvieron más del doble de medallas.
Para finalizar esta pequeña reflexión en torno al binomio mujer y deporte, me gustaría enviar un mensaje alentador, y es que sí, es posible compatibilizar maternidad y deporte profesional, algo que demostró la jugadora de baloncesto Antonella González: “Me tocaba ser madre antes que deportista. Que todas las madres sientan que se puede” (Sáez, 2021)
Antonella González. Fuente: El País.
Por otro lado, el Consejo Superior de Deportes (CSD), de acuerdo con los criterios establecidos en el Real Decreto 971/2007, denomina como “Deportista de alto nivel” (DAN) a aquellos de especial relevancia social y deportiva en cuanto a la representación de España se refiere. Si nos centramos en el deporte nacional por excelencia, el futbol, resulta curioso como a pesar de la gran diferencia de licencias federadas según sexo (997.106 hombres; 77.461 mujeres) durante el año 2020, el número de mujeres con la denominación de DAN es bastante superior al de hombres (130 mujeres; 79 hombres). Este apoyo dentro de un deporte tremendamente masculinizado es una luz de esperanza en la lucha por dar a la mujer el lugar que merece dentro del ámbito deportivo.
Referencias:
Álvarez, R. (2021). Ona Carbonell carga contra Tokio 2020 por no permitirle viajar con su hijo en periodo de lactancia. El País.
Huamán, B. y Melgar, L. (25 enero, 2022). La Historia de las mujeres en las olimpiadas. Revista Con la A.
Las Provincias (19 enero, 2017). El embarazo como dopaje natural «Siento que no tengo límites». Las Provincias.
Ministerio de Cultura y Deporte (2021) Anuario de estadísticas deportivas 2021. División de Estadística y Estudios, Secretaría General Técnica.
Pacho, L. (10 marzo, 2021). Despedida por quedarse embarazada. El País.
Pérez, J. (23 marzo, 2001). El drama de Tania Medved. El País.
Real Decreto 971/2007, de 13 de julio, sobre deportistas de alto nivel y alto rendimiento, BOE número 177 § 14231 (2007).
Sáez, F. (2021). Amamantar entre canastas. El País.
Santos, A. y Balibrea, E. (2004). Deporte, mujer y exclusión social. Experiencias europeas de inserción a través del deporte. En A. Alvarez-Sousa (coord.), Turismo, ocio y deporte: VIII Congreso Español de Sociología (pp. 413-424). Universidad de da Coruña.
Statista (2021) Evolución del número de medallas conseguidas por mujeres y hombres de España en los Juegos Olímpicos de Verano de 1992 a 2020.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-1859
Burgos, España
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