Miguel Ángel Ruiz Carabias - Lun, 20/02/2023 - 10:07
Relación entre enfermedad mental y delito.
Serie: 'Criminología en serie' (XXXIII)
La asociación entre los trastornos psicológicos y la comisión de delitos es tan antigua, casi como la historia de la humanidad. Se consideraba al loco como el principal sospechoso ante un delito, y por ello culpable del mismo (Rey y Plumed, 2004). Sin embargo, con el paso del tiempo, hemos podido confirmar en la literatura científica que la relación entre Psicopatología y delincuencia existe, pero no es una relación causal, ni condicional (Vinkers et al., 2011), más bien casi todos los autores apuntan a un simple factor de riesgo en la comisión de delitos (Ortiz-Tallo, 2019). En ocasiones, se ha producido lo que afirmaba Abramson (1972) la criminalidad de la enfermedad mental. En esta línea, como afirma Garrido y López (2006) algo que debemos considerar, es que la mayor proporción de personas que han cometido delitos estudiadas no están diagnosticadas con un trastorno psicológico, y el mayor porcentaje de sujetos diagnosticados con trastornos mentales no cometen delitos.
Los propios criterios diagnósticos de los trastornos mentales relacionados en los manuales diagnósticos, en ocasiones, llevan implícitos como criterios diagnósticos, la existencia de comportamientos violentos, agresivos o delitos, por lo que contribuyen a que la relación entre Psicopatología y delito exista (APA, 2013) y como afirma Ortiz-Tallo (2019), existe una relación circular entre ambas variables.
En la mayor parte de los estudios, no es el diagnóstico mental en sí mismo, tan importante en cuanto a la relación con la conducta delictiva, sino algunas circunstancias o situaciones alrededor del diagnóstico, como, por ejemplo, que la persona tenga períodos de crisis, descompensaciones, aumento o empeoramiento de síntomas, falta de adherencia a tratamientos, consumo de tóxicos, malas compañías, etc. (Walsh et al., 2002).
Respecto a los rasgos de personalidad asociados al comportamiento delictivo, mucho se ha hablado y aunque algunos diagnósticos como trastornos de personalidad antisocial, paranoide o límite, parecen ser más prevalentes en muchos delitos, son las dimensiones o rasgos relacionados con la falta de control de los impulsos, estados de ánimo, estados de conciencia, o algunos rasgos de personalidad, como el narcisismo o la paranoia las que tienen una mayor asociación con el comportamiento violento (Néstor, 2002).
En ocasiones, la comisión de un delito va asociada a rasgos de personalidad.
Podemos afirmar por tanto que es importante tener en cuenta que la presencia de un trastorno psicológico no es la única razón para explicar un comportamiento delictivo, y que no todos los delincuentes tienen un trastorno psicológico. Sin embargo, el conocimiento de un trastorno psicológico presente puede ser útil al comprender el problema y la gravedad de la situación. Se recomienda analizar la conducta delictiva de manera funcional, considerando comportamientos, pensamientos y emociones del individuo, lo que permitiría una mejor planificación, aplicación, evaluación e intervenciones, en vez de psicopatologizar y etiquetar a las personas, algo que puede ser confuso y además nada útil (Redondo, 2008).
En resumen, es más preciso ver la Psicopatología como un factor de riesgo más, que, junto con otros factores personales o ambientales, puede aumentar la probabilidad de conductas delictivas o violentas (Ortiz-Tallo, 2019). Asimismo, debemos dilucidar si la persona tiene capacidad cognitiva (sabe lo que hace) y volitiva (sea libre para hacerlo) para cometer el delito, y solo en ese caso plantearnos la posibilidad de un trastorno psicológico pueda estar relacionado con la conducta violenta.
Finalmente, no podemos olvidar que es muy importante tener en cuenta que cuando evaluamos el riesgo delictivo de un individuo diagnosticado de problema mental, no solo debemos considerar la posibilidad de que cometan delitos, sino también el riesgo de que se conviertan en víctimas (Jennings et al., 2012) por lo que ¿la Psicopatología es un factor de riesgo del comportamiento delictivo o de la victimización?
Referencias
Abramson, M.F. (1972). The criminalization of mentally disordered behaviour: posible side-effect of a new mental health law. Hospital and Community Psychiatry, 23, 101- 105.
Asociación Americana de Psiquiatría (2013). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. 5ª Edición Revisada. DSM-V Massón.
Garrido Genovés y López Lucio, P. (2006). El Rastro del Asesino. El Perfil Psicológico de los Criminales en la Investigación Policial. Ariel.
Jennings, W. G. Piquero. A. R. y Reingle. J. M. (2012). On the overlap between victimization and offending: A review of the literature. Aggression and Violent Behavior, 192 17 (1), 16-26.
Néstor. P. G. (2002). Mental disorder and violence: Personality dimensions and clinical features. American Journal ofPsychiatry, 159(12), 1973-1978.
Órtiz-Tallo (2019). Psicopatología cínica: adatado al DSMV. Pirámide.
Redondo. S. (2008). Manual para el tratamiento psicológico de los delincuentes. Pirámide.
Rey, A. y Plumed, J. (2004). La verdad sobre el caso Sagrera. En J.M. Álvarez Martínez y
R. Esteban Arnáiz (Coords.), Crimen y Locura. IV Jornadas de la Sección de Historia (pp. 85-127). Asociación Española de Neuropsiquiatría.
Vinkers. D. J. de Beurs. E. Barendregt. M. Rinne. T. y Hoek. H. W. (2011). The relationship between mental disorders and different types of crime. Criminal Behaviour and Mental Health, 21 (5), 307-320.
Walsh E., Buchanan A., Fahy T. (2002) Violence and schizophrenia: examining the evidence. British Journal of Psychiatry, 180, 490-495.
ISSN 2697-1984
Editor: Universidad Isabel I
Burgos, España
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