Carlos Pérez Atanet - Jue, 22/12/2016 - 11:28
Hablamos con Raúl Márquez, profesor y coordinador del Grado en Psicología de la Universidad Isabel I. Sevillano, amante de la música, futbolero (del Betis), apasionado de la docencia y con un gran currículum que abarca diversos campos de la psicología, Raúl nos permite en esta entrevista acercarnos a su persona desde un punto de vista tanto humano, como profesional. No os la perdáis:
En la Universidad Isabel I todo está más vivo, se actualiza y se interactúa más
¿Qué tal se adapta un sevillano a Burgos?
Llevo aún poco tiempo. Fue en septiembre cuando me trasladé porque, aunque llevaba ya dos años trabajando para la Universidad Isabel I, hasta entonces lo había estado haciendo desde Sevilla. En septiembre surgió la oportunidad de trasladarme y la verdad es que estoy muy contento. Me siento muy a gusto en Burgos, trabajando con todo el equipo de la Universidad Isabel I.
¿En qué inviertes tu tiempo libre?
La verdad es que no me queda demasiado tiempo, pero sí que intento aprovecharlo. Por ejemplo, me gusta mucho el fútbol y, por supuesto, soy del Betis. De hecho, fui portero en las categorías inferiores del equipo hasta que lo tuve que dejar debido a una lesión. El caso es que, indagando, encontré que había una peña del Betis aquí en Burgos, llamada «Los Tigres», y no he dudado en unirme. Ahora puedo ver los partidos de mi equipo junto a otros seguidores del Betis e incluso, de vez en cuando, viajamos a ciudades cercanas para verlo en vivo. Este fin de semana pasado, por ejemplo, viajamos a Vitoria para ver el partido ante el Alavés. El equipo perdió, pero lo importante es que lo pasamos bien y conocimos un sitio nuevo.
¿Qué más cosas haces?
Pues me gusta mucho la música. Toco el bajo eléctrico desde que era muy joven y siempre he tocado en grupos. Por supuesto, cuando me trasladé, traje mi bajo conmigo, aunque todavía no me ha dado tiempo a encontrar un grupo. Pero todo se andará [sonríe]. Lo que sí he hecho ha sido apuntarme a un coro. Enrique Yuste, un buen amigo de Sevilla, dirige varios coros aquí en Burgos y es profesor del Conservatorio. Me propuso entrar y acepté, a pesar de que nunca había cantado antes. Me gusta, porque estoy disfrutando mucho y estoy descubriendo nuevos aspectos de la música.
¿Y no echas de menos Sevilla?
Siempre echas de menos a la gente, a tu familia y amigos. Mi pareja, por ejemplo, se ha quedado trabajando y viviendo en Sevilla. Por supuesto que echas de menos, pero en mi caso no es tanto por los tópicos que normalmente se le asocian a un sevillano, ya sabes, la Semana Santa, la Feria de Abril y demás. En ese sentido quizás soy un sevillano algo atípico. De momento tampoco echo de menos «la caló». Pasé el mes de septiembre más fresquito de mi vida y de momento, el otoño tampoco ha sido tan frío como me prometían.
¿Cómo y cuándo empiezas a adentrarte en el mundo de la psicología?
La verdad es que en un principio no tenía pensado estudiar psicología. Lo que pasa es que siempre me habían apasionado temas como la biología, la filosofía, la astronomía, la informática y la ciencia en general. Al final, en la psicología vi un campo que tenía que ver con casi todos estos temas y que, de alguna forma, los aglutinaba. Me interesaba, sobre todo, la vertiente experimental. Mi intención no era la de estudiar esta carrera para acabar montando un gabinete y ejercer de psicólogo, que al final es la salida más común, o al menos la que todo el mundo suele tener en mente. Me interesaba sobre todo el campo de la investigación, así que desde el primer año de carrera guie mis pasos en ese sentido, concretamente a la vertiente conductual de la psicología, que era la que más me atraía.
Desde el principio, y durante los siete años que duraron mis estudios en la Universidad de Sevilla, estuve trabajando como alumno interno con Santiago Benjumea, uno de los profesores que más me marcaron junto a Gonzalo de la Casa, con quien también trabajé como alumno interno.
Supongo que estas experiencias te serían muy útiles más adelante, una vez que comienza tu carrera profesional...
Por supuesto, aprendí muchísimo, tanto de Santiago como de Gonzalo. Guardo un gran recuerdo de ambas experiencias y efectivamente, me sirvieron mucho para ir avanzando en mi carrera en la dirección que quería. Por ejemplo, comencé mi doctorado con Santiago, aunque finalmente lo hice con Gonzalo. Los dos son grandes maestros y los dos me han influido mucho.
¿Tenías claro ya entonces que querías dedicarte a la enseñanza?
Sí, aunque mi primera experiencia profesional fue en un gabinete psicopedagógico en el que trabajé como psicólogo durante dos años. A pesar de que este tipo de salida no había sido, a priori, un objetivo para mí, una vez que empecé en este centro me sentía tan a gusto que no tenía intención de moverme. Sin embargo, a los dos años me concedieron una beca FPI (beca del Ministerio de Educación para doctorados y estudios de investigación) y pude realizar estancias de investigación en la Universidad de Granada y en la Universidad de Duke (EE. UU.). Posteriormente tuve un contrato posdoctoral en la Universidad del País Vasco y he sido durante diez años profesor de la Universidad de Sevilla y de la Pablo de Olavide. También he trabajado varios años investigando con animales, en concreto con ratas y palomas, y durante dos años estuve dirigiendo un centro de drogodependientes.
Ahora estás aquí, en la Universidad Isabel I, ¿qué aspectos destacarías de esta Universidad?
En primer lugar, me ha llamado la atención que la forma de trabajar es menos rígida y cerrada que en otros lugares en los que he trabajado. Aquí todo está más vivo, se actualiza más y también se interactúa más. Otra cosa que me ha resultado muy curiosa es que con algunos alumnos incluso se alcanza una relación más estrecha y cercana que con los de la presencial, porque en realidad estamos muy cerca de los alumnos en todo momento, a través, por ejemplo, del e-mail. Eso lo notan también ellos. Muchas veces, por ejemplo, nos llegan traslados de expediente de alumnos que nos suelen destacar la sencillez y la eficacia de la metodología y la cercanía del profesorado de la Isabel I. Es algo que perciben con mucha claridad las personas que provienen de metodologías más tradicionales.
Para ir terminando, voy a pedirte que nos cuentes alguna anécdota que te haya marcado...
Pues justamente me sucedió algo muy curioso hace apenas unos días, aquí en la Universidad. Estaba trabajando en mi despacho cuando me llamaron desde Mesa de Contratación. Cuando llegué, me sorprendió encontrarme allí a un antiguo alumno mío de la Universidad de Sevilla. Le estaban haciendo una entrevista de trabajo para cubrir una vacante como profesor aquí en la Universidad Isabel I. En esta entrevista, hablando de su formación, esta persona había dicho que yo había sido uno de los profesores que más le había marcado en su vida. Por eso había pronunciado mi nombre. Sin duda fue una grata sorpresa encontrarle allí y saber que había dicho eso. Creo que, de alguna forma, ser profesor es tener la suerte de dejar una parte tuya en cada uno de los alumnos que tienes. Ser profesor es una manera de trascender.
El caso es que la anécdota continúa, porque finalmente pude charlar durante un rato con este alumno y me habló de una historia relacionada con uno de los compañeros que tenía en mis clases. Se trataba de un chico con un aspecto algo siniestro, como de gustarle la música heavy. Yo aún me acuerdo bien de él. Por lo visto, este chico solía contar, a veces, cosas que eran difíciles de creer y una vez contó cómo en un examen que tuvieron conmigo yo le había pillado copiando con una ‘chuleta’. Este chico llevaba puesta una camiseta de Iron Maiden. Según les contó él mismo a otros alumnos, yo me había acercado hacia su mesa, mirándole fijamente, y finalmente le había dicho: «El dios del metal te ha salvado», le había quitado la chuleta y le había dejado que volviese a empezar el examen. Mi alumno, el que me encontré hace unos días aquí en la Universidad Isabel I, me estaba contando esto incrédulo, como si fuese una fábula inventada por su compañero. Cuando le dije que era cierto y que había pasado tal cual, punto por punto, no se lo podía creer. Pero así fue.
¡Muchas gracias, Raúl!
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