Andrés Seoane Fuente - Mar, 04/07/2017 - 12:34
No siempre más cantidad es mejor. O, al menos, ese es el camino que va tomando la formación en cuanto a la empleabilidad. La previsión para el año 2025 del Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional (CEDEFOP) ya advertía de una “polarización” del mercado laboral, y el comportamiento de los últimos años confirma esta tendencia. Es más necesaria una cualificación adecuada que un exceso de estudios.
Basta con repasar la evolución del empleo en España. Los datos que revela la Encuesta de Población Activa (EPA) reflejan, en el periodo entre 2014 y hasta la primera mitad de 2015, un incremento significativo asociado a ciertas actividades, y presidido por ocupaciones de baja cualificación. Mientras, entre 2007 y 2015 creció en casi medio millón de personas la afiliación en trabajos técnicos, científicos e intelectuales. Es decir, los puestos de cualificación media podrían convertirse en un ‘erial’ en los próximos años.
También cabe distinguir que la formación marca el empleo con mucha segregación según los grupos de edad y la experiencia que tengan. La recuperación económica se ha traducido en un aumento de la ocupación de los jóvenes (35.600 trabajadores más de entre 20 y 24 años en el periodo 2013-2016), pero la falta de una primera oportunidad sigue haciendo que estos números sean muy pobres en comparación con la destrucción del empleo previa (927.500 ocupados menos entre 2007 y 2013). Mientras que en los que tres años en los que se ha creado empleo en España este grupo de edad sólo ha supuesto un 3% de los 1,2 millones de puestos generados, en los peores años de la recesión perdieron el 27% del total. Y para los grupos de edad siguientes, según subraya el informe sobre Competencias profesionales y empleabilidad, del Consejo Económico y Social (CES), “ya en los 30 las tasas de paro por edades están condicionadas solo por el nivel formativo”, mientras que en los más jóvenes se aprecia, además, un problema de acceso al empleo.
Una posible explicación de este conflicto a la hora de tener una primera experiencia laboral podría encontrarse en la comparación con nuestros vecinos europeos. Holanda y Alemania son dos de los países de la Unión donde se combinan mayores tasas de actividad y menores tasas de paro en los menores de 25 años. Con lo cual, compaginar la formación profesional o universitaria con el empleo, aunque sea de menor cualificación, facilita el acceso al mundo laboral.
También interviene en este punto una realidad incontestable: en España la proporción de universitarios es mayor. Esto desemboca en una sobrecualificación que desplaza el empleo de las categorías profesionales más elevadas a niveles inferiores, y concurre con un mayor peso de personas con un nivel formativo bajo que en Europa. El resultado es más trabajadores en las ocupaciones intermedias con una preparación excesiva para esos puestos, y que a la vez encuentran problemas para acceder al empleo para el que han estudiado.
En resumen, tal y como concluye el CES, el enfoque de la educación debe transformarse. Desde la “necesidad de reforzar las competencias en los niveles formativos básicos y medios”, hasta corregir “los desajustes en los campos de especialización”, pasando por una colaboración mucho más estrecha entre la formación y la empresa, la orientación del mercado laboral y de la preparación debe encaminarse, de la mano, hacia una metodología más creativa e innovadora que dote a los alumnos de las herramientas y conocimientos específicos que exige el empleo actual y futuro.
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