Javier Diz Casal - Jue, 24/06/2021 - 11:40
El conflicto como fenómeno humano lleva acompañando al género humano desde sus albores.
Serie: 'Seguridad a tu alcance' (VI).
Decía Castoriadis que:
(…) los individuos son formados como individuos sociales, con capacidad para participar en el hacer y en el representar-decir social, que pueden representar, actuar y pensar de manera compatible, coherente, convergente incluso cuando sea conflictual (el conflicto más violento que pueda desgarrar a una sociedad presupone aun una cantidad indefinida de cosas “comunes” o “participables”).
El conflicto representado como un crisol se refiere a su capacidad para fungir como eso precisamente: como una cavidad que en la parte inferior de los hornos sirve para recibir el metal fundido, un metal que no es otra cosa que una argamasa social, derivada de procesos de emergencia y decadencia, magmática en su radicalidad y arborescente en el sentido de que se religará recordando un crecimiento paulatino, no uniforme y proveniente de núcleo común y “participable”.
En este sentido, el conflicto ha sido un fenómeno presente, incesante y potencialmente creador. Algo vivificado desde lo cotidiano que constantemente lo invoca como medio de desarrollo humano integral. Como sostiene Castoriadis, esta característica humana social, que es la capacidad de crear, permite que el conflicto funja como un elemento cuya potencialidad, está presente en todo el proceso ontogénico de los seres humanos, pero también en sus procesos filogenéticos como especie, esa condición de “participable”, aun tras lo conflictual, permite al ser humano participar, pero también lo obliga en parte a sentirse participante. Esa capacidad creadora, no ex nihilo, facilita la religación de elementos que, en determinado momento, se presentan como potencialmente reencauzadores del sentido social.
En 'Vacas, cerdos, guerras y brujas' Marvin Harris viene a explicar cómo lo físico y natural incide sobre las disposiciones culturales y sociales y cómo de ello se produce el conflicto: por interacción de muchas variables de diferente índole, pero explicado desde la sencillez meridiana de un medio mítico y ritualístico. Así, la falta de ritualidad de nuestras sociedades característicamente gaseosas de la modernidad tardía pone de manifiesto la importancia de generar procesos (ritos) por medio de los cuales gestionar el conflicto más allá del mero impacto de la lógica.
Portada de Vacas, cerdos, guerras y brujas de Marvin Harris
En este sentido, Harris, en su obra viene a explicar cómo el proceso dinámico del conflicto se gesta desde su ausencia perceptible, a la decisión pactada de la necesidad de recoger las implicaciones de su solución: en el caso de las poblaciones maring de Nueva Guinea es la guerra, que deviene de la decisión conjunta de arrancar el rubim dando paso al Kaiko. Esto sucede cuando se produce un desequilibrio entre las variables implicadas: la cría de cerdos y la roturación de nuevas tierras para su mantenimiento. A este proceso le acompaña una constante y paulatina acumulación de implicaciones tanto a nivel individual como social que impactan primeramente en las mujeres que son quienes se ocupan de todas las labores de cuidado de los animales y preparación y mantenimiento de las tierras, tierras que, con el paso de los años, comienzan a tener mayores extensiones lo que implica una mayor separación de los grupos y una mayor incidencia de los conflictos, en buena medida surgidos a colación de estos elementos subrayados. Un mayor número de cerdos implica un mayor número de huertos, pero también un mayor cuidado de estos por medio de empalizadas para que los cerdos de los vecinos no puedan acceder a ellos y se coman los frutos. Aun con todo, siempre suceden cosas indeseadas, lo que procura una tensión sobre los clanes y los matrimonios. La guerra entonces impone la necesidad de una mejor y más contundente alimentación, lo que propicia la matanza de cerdos (regulación) y una celebración constante que puede durar un año, tras la guerra se produce una reconfiguración de los territorios, se planta de nuevo un rubim y el ciclo comienza de nuevo: la cría de cerdos y la etapa de paz.
Miembro de la Tribu Maring
La gestión de la tensión psicológica y social ha dado como resultado una configuración tremendamente rica y variada del tratamiento del conflicto en términos antropológicos. El modo en que los conflictos son tratados atiende a la configuración histórico-social de nuestras sociedades y de sus sustratos mítico-simbólicos. Además, la basta interacción entre variables implicadas pone de manifiesto la vibrante actualidad de las palabras de Harris:
Mí explicación de las brujas depende de la explicación de los mesías, y ésta de la explicación de los “grandes hombres”, que a su vez depende de la explicación del sexismo, la cual depende de la explicación del amor a los cerdos, que depende de la explicación del aborrecimiento de los cerdos, que a su vez depende de la explicación del amor a las vacas.
Sorprende percibir a veces la profunda, remota y pretérita relación en los impactos que procuran los fenómenos que son comunes a todos los seres humanos: el conflicto no es una excepción. En palabras del politólogo Samuel P. Huntington:
Las civilizaciones son las últimas tribus humanas, y el choque de civilizaciones es un conflicto tribal a escala planetaria. Las relaciones que están surgiendo entre civilizaciones variarán normalmente de lo distante a lo violento, situándose la mayoría de las veces entre ambos extremos.”
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2697-288X
Burgos, España
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