Anna Sánchez Caballé - Mié, 09/06/2021 - 11:30
Joven que consulta su teléfono móvil.
Serie: 'El chip del aprendizaje' (III)
Durante el siglo XX se produjo una evidente despoblación de los pueblos y las zonas rurales. Un hecho que tiene implicaciones directas en las ciudades como pueden ser: (1) el aumento de la población; (2) una subida del precio de los alquileres -dado que hay un aumento de la demanda-; y (3) un mayor grado de contaminación.
Esta situación se produce por varios motivos. Aun así, uno de los más evidentes es el abanico de posibilidades de estudio y de trabajo que se encuentran en las ciudades y no en los pueblos. Evidentemente, ambos son elementos clave, entre muchos otros, para definir dónde se quiere vivir. En esta misma línea, el Banco de España en 2020 elaboró un informe en el que se exponía que aproximadamente un 87% de la población vivía en zonas urbanas dejando prácticamente despobladas las zonas rurales. En ese mismo documento abogaba a favor de la digitalización y el teletrabajo como piezas clave poder repoblar dichas zonas y luchar contra la desigualdad de rentas que existen entre un tipo de zona y la otra.
Está claro que en los últimos años se ha producido un proceso de digitalización importante a todos los niveles. Desde las acciones más simples – como realizar la compra al supermercado – a otros mucho más complejos, como presentar la declaración de la renta o estudiar una titulación universitaria, se han visto afectados por ello. Además, desde el inicio de la COVID-19 se tuvieron que implantar una serie de cambios vertiginosos en nuestros contextos laborales, académicos y personales.
En cierto modo, y volviendo al tema de la densidad de población en las ciudades, con la pandemia se ha podido ver que el mayor número de contagios se han producido en dichos espacios reducidos de terreno con una densidad de población elevada (Gantes, 2020). Quizás puede ser útil para vislumbrar el potencial que tienen tanto el teletrabajo como el telestudio para hacer frente a algunos retos derivados de la sociedad actual.
Así pues, teniendo en cuenta que, obviamente, hay que reforzar algunos elementos como las líneas de telecomunicaciones y las comunicaciones en las zonas no urbanas, la creación de normativas que lo regulen –aunque ya se ha empezado a hacer con el Real Decreto-ley 28/2020 del 22 de septiembre es importante seguir trabajando en ello–, la creación de dinámicas y políticas internas de las instituciones para su correcto funcionamiento y la formación de los trabajadores y estudiantes para que sean competentes digitales, es evidente que el teletrabajo y el telestudio pueden ser una nueva realidad para este siglo XXI.
En definitiva, y retomando la pregunta inicial, podríamos concluir que principalmente la digitalización y la COVID-19 han facilitado la normalización e integración del teletrabajo y la teleeducación en la sociedad actual, permitiendo paliar las consecuencias que tiene tener a la población en una situación extrema en la que se ha visto obligada a quedarse en casa para cuidar al resto de los ciudadanos (Schaefer, 2020). Además, si así se quiere ver, es un punto de partida para poder aumentar las posibilidades laborales y educativas en los entornos rurales y facilitar la conciliación.
Chico que consulta su portátil en el campo.
Bibliografía:
Gantes, Y. (6 de mayo del 2020). ¿Teletrabajar desde la España vaciada? Una oportunidad contra la despoblación que los pueblos no pueden asumir. El economista.
Gutiérrez, E., Moral-Benito, E., & Ramos, R. (2020). Tendencias recientes de la población en las áreas rurales y urbanas de España. Banco de España.
Real Decreto-ley 28/2020, de 22 de septiembre, de trabajo a distancia, BOE número 253 (23/09/2020).
Schaefer, L. (17 de junio de 2020). La COVID-19 da un empujón al teletrabajo. CaixaBank Research: Mercado laboral y demografía.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-2340
Burgos, España
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