María del Pilar López Castilla - Vie, 27/08/2021 - 13:25
Serie: 'Un Viaje por la Ciencia' (IX)
En los años setenta del siglo XX se hizo obligatorio en todo el mundo occidental la enseñanza de la ciencia a niños de entre cinco y doce años. Con la educación en ciencias se suma un aspecto a la divulgación científica, ya que si esta persigue el interés del receptor la enseñanza persigue, sobre todo, su aprendizaje.
En principio se esgrimió como la razón principal el preparar a futuros ciudadanos para una sociedad en la que puedan participar en la toma de decisiones de con una perspectiva crítica para solventar problemas de índole científica. Poco a poco, fue haciéndose evidente que enseñar ciencia en las escuelas era también una piedra angular para enfrentar ciertos problemas como los de integración cultural y los de la diferencia de género.
En las clases de ciencias se ha de perseguir que el material didáctico consiga conectar la curiosidad innata de los niños con lo abstracto del conocimiento científico. Desde hace años, las aulas han ido desterrando las clases magistrales para enfocarse en la experimentación como metodología.
El interés por los fenómenos científicos que persigue promover la divulgación científica, en el caso de los niños, es una condición ganada; el director del departamento de Gestión Científica del ERC (European Research Council), José Manuel Labastida, afirma que “es en la etapa infantil cuando los seres humanos muestran más claramente su portentosa capacidad de aprender y su inmensa curiosidad por el mundo que están descubriendo”. Además, los niños, cuando llegan al aula, no son una tabula rasa, sino que ya han desarrollado sus propias intuiciones sobre muchos de los fenómenos que estudia la ciencia. Esto lleva consigo ciertas predicciones y acciones correctas desde el punto de vista de su propia experiencia. Debemos entonces aprovechar ese potencial y conseguir partir de esa intuición y reconstruirla a través del diálogo con el conocimiento científico.
El punto de partida será que el alumno dude de esas intuiciones enfrentándole a problemas, a situaciones en donde la intuición no sirva para predecir soluciones o tengan que explicar su propio sentido y cómo creen que funcionan. Es decir, el objetivo de la educación en ciencia no es que el alumno olvide estas predicciones sino que sepan dudar de ellas, las piensen e intenten explicarlas desde modelos teóricos más complejos.
Vamos a pensar en un ejemplo. Sabemos que el sistema nervioso en una herramienta fundamental para nuestra supervivencia; recoge la información del exterior, la procesa, la almacena y nos da una respuesta a situaciones. Pero lo cierto es que también comete equivocaciones y también es posible engañarlo.
Imagina que les preguntamos a los pequeños en el aula ¿Cuántas narices tienes? Rápidamente dirán una, porque su experiencia es que solo tienen una. Pero nosotros les pedimos que participen en un sencillo experimento:
Les diremos a los niños que deben cruzar el dedo índice y el dedo medio y, a continuación, que han los cierren y suavemente se froten suavemente la punta de la nariz con las yemas de esos dos dedos. Pide que el que sienta que tiene dos narices grite ¡DOS!
Los pequeños verán que nuestros sentidos nos engañan en muchas ocasiones así que necesitamos usar varios sentidos para que el cerebro recoja toda la información necesaria del nuestro cuerpo y de lo que nos rodea.
Referencias bibliográficas
Labastida, J.M. (s.f.). Presentación del proyecto El CSIC en la escuela. CSIC. [Web] http://www.csicenlaescuela.csic.es/proyecto.htm
Vallejos, P. y Palmucci, D. (2011). Recursos de la divulgación científica en la literatura para niños. Construcción verbal y visual del disparate. Anclajes, 2, p. 79-102. https://www.researchgate.net/publication/262763743_Recursos_de_la_divulgacion_cientifica_en_la_literatura_para_ninos_Construccion_verbal_y_visual_del_disparate
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-1808
Burgos, España
Añadir nuevo comentario