Gustavo Eduardo Toledo Lara Profesor de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Isabel I
Mar, 06/09/2016 - 10:04

El avance de la tecnología, los procesos económicos, la dinámica de un mundo globalizado y la propia práctica profesional han influido en el surgimiento de nuevas realidades dentro del contexto laboral. Más allá de emitir un juicio valorativo sobre lo bueno o lo malo del avance de la sociedad, la dinámica propia del ser humano permite identificar y caracterizar en este caso las situaciones propias del mundo laboral en el cual, previsiblemente, un profesional pueda desarrollarse en correspondencia con su preparación.

Todo lo anterior hace que en esta oportunidad se identifique una realidad que, para muchos, está muy lejana de ser observada como propia especialmente para los profesores universitarios. Toda esta contextualización permite desembocar en un paso más allá del comúnmente conocido estrés laboral, es decir, se identifica o caracteriza el denominado «síndrome de burnout».

Ahora bien, antes de llegar a su definición, es importante puntualizar que existen dos puntos de vista respecto al síndrome de burnout, es decir, para algunos autores es considerado un tipo específico de estrés propio de los profesionales asistenciales como resultado de la demanda emocional que esto les genera debido a la constante vinculación con las personas. Para otros investigadores, el síndrome de burnout se considera la última fase del estrés laboral crónico (Barbosa, Muñoz, Rueda y Suárez, 2009). Este síndrome también se conoce como síndrome de estar quemado, síndrome de estrés laboral asistencial o síndrome de desgaste profesional.

Se entiende entonces que el síndrome de burnout corresponde a «aquellas interacciones que el individuo considera agotadoras o extremadamente difíciles y que, en consecuencia, afectan significativamente a las actividades cotidianas» (Barraca, 2010, p. 92). Este síndrome se compone de tres síntomas: 1) el cansancio o agotamiento emocional, 2) la despersonalización o actitud cínica hacia los demás y 3) la falta de realización personal, la cual se caracteriza por aquellos sentimientos de fracaso en el trabajo e incompetencia laboral.

Luego de todas estas referencias, ¿dónde está el profesor universitario? A nivel global, los problemas emocionales, los niveles de estrés del profesorado o las reacciones inadaptadas no suelen ser un tema recurrente dentro de las investigaciones, ya que la mayoría de estas se enfocan más hacia la observación y el análisis de la práctica de los profesores de Primaria y Secundaria (Martínez, Moreno y Ferrer, 2011; Barraca, 2010) debido a que los profesores de enseñanza secundaria experimentan índices considerables en cuanto al nivel de afectación por el síndrome de burnout (Martínez, Moreno y Ferrer, 2011). Esta realidad puede obedecer a la tendencia a creer que el profesor universitario no necesita hacer frente a problemas de indisciplina o que, por ejemplo, no va a vivir situaciones de acoso o de exceso de trabajo, ya que comúnmente se tiene la idea de que el profesor universitario se dedica exclusivamente a la investigación en detrimento de su labor docente.

Desde luego, una visión más cercana permite inferir que, efectivamente, uno de los factores más recientes que ha inducido sentimientos de presión y estrés laboral entre algunos profesores universitarios es el período de transición y adaptación al nuevo modelo educativo correspondiente al Espacio Europeo de Educación Superior. Esto se debe a que la dinámica propia del proceso reformista impulsado por Bolonia ha supuesto –y sigue suponiendo– un número importante de revisiones, modificaciones y requerimientos que se agregan a los ya existentes dentro de la experiencia laboral de profesor universitario (acreditaciones, publicaciones, investigaciones, entre otros). 

Aquí se debe hacer una puntualización importante: el contexto universitario engloba una serie de aspectos propios que lo definen, con lo cual, la vida del profesor de la universidad transita no solo en su contacto formativo con los estudiantes, sino con las obligaciones propias de índole administrativa. Así, se identifica toda una gama de roles dentro del profesorado: aquellos que tienen muchos años de vida universitaria, aquellos que recién se inician en ella, los que se mantienen bajo la denominada «ley del mínimo esfuerzo» o los que no consiguen realización personal con ninguna actividad o labor. En todas estas facetas –y en las que aquí faltan– lo más relevante es saber identificar hasta qué punto dichas facetas pueden llegar a afectar la salud del profesor universitario y cómo esta realidad puede llegar a «contagiar» a los compañeros de trabajo y, desde luego, el grado de que esta situación afecte la adecuada labor formativa de la universidad. En este orden de ideas, los docentes pueden experimentar alteraciones físicas, mentales y emocionales, manifestaciones de desequilibrio en el organismo, los cuales pueden desembocar en una serie de limitaciones de corte psicológico y conductual (Barbosa, Muñoz, Rueda y Suárez, 2009).

Es indudable que la experiencia docente del profesor universitario ofrece grandes satisfacciones tanto personales como profesionales. El efecto que produce el acompañamiento al futuro profesional en formación sitúa al profesor universitario en un contexto que, dependiendo de la motivación personal, se puede convertir en una oportunidad privilegiada al momento de hacer un balance personal sobre aquellos logros alcanzados en correspondencia con la formación cosechada en el tiempo. No obstante, en el caso del síndrome de burnout se trata además de que la propia institución universitaria pueda servir de acompañante efectivo de sus profesores, con el objeto de alcanzar un sano equilibrio entre los aspectos que forman parte de su quehacer docente y, desde luego, minimizar o controlar aquellos riesgos psicosociales que puedan, en un momento determinado, facilitar la aparición de este síndrome.

Junto al estilo personal de los profesores y a la formación didáctica aplicada a la educación superior, se pueden conjugar una serie de iniciativas de corte preventivo respecto a la aparición del síndrome de burnout: 1) la participación efectiva de los docentes en su labor académica, 2) la construcción de una positiva relación con los futuros formadores de docentes, 3) el uso de estrategias didácticas efectivas, 4) el apoyo de la universidad y la facultad para que el docente pueda desempeñar su rol, y 5) la construcción y la preservación de un clima laboral positivo, lo cual incluye: motivación, autonomía en el desarrollo del trabajo, reconocimiento de logros y acompañamiento en la carrera docente.

Todos estos aspectos pueden llegar a contribuir a la prevención del síndrome de burnout siempre que no se pierda de vista la naturaleza propia del profesor universitario, su impacto en la motivación del estudiante en cuanto a la prosecución de sus estudios y, sobre todas las cosas, la sana y equilibrada realización personal y profesional de los que hacemos vida académica en un pequeño mundo llamado Universidad.

 

Referencias bibliográficas

Barbosa, L.; Muñoz. L.; Rueda. P. y Suárez, K. (2009). Síndrome de burnout y estrategias de afrontamiento en docentes universitarios. Revista Iberoamericana de Psicología: Ciencia y Tecnología, 2(1), 21-30.

Barraca, J. (2010). Emociones negativas en el profesorado universitario: burnout, estrés laboral y mobbing. EduPsykhé: Revista de Psicología y Psicopedagogía, 9(1), 85-100.

Martínez, M.; Moreno, B. y Ferrer, R. (2011). Calidad de vida del profesorado universitario: el desgaste profesional (propuesta metodológica y resultados). Acciones e Investigaciones Sociales (27), 131-169.

 

Entrada publicada el 06/09/2016

Editor: Universidad Isabel I

Burgos, España

ISSN: 2659-5222

Añadir nuevo comentario

La Universidad Isabel I tratará la información que nos facilite con el fin de publicar su comentario como respuesta a esta entrada de su blog, así como para mantenerlo informado de nuestra actividad. Más información sobre este tratamiento y sus derechos en nuestra política de privacidad.