Víctor Rodríguez González - Jue, 16/02/2017 - 09:10
Leer: Comunicación no verbal y detección de la mentira (parte I) |
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No existe ningún signo de engaño por sí solo, sino que tan solo existen indicios de que la preparación de la persona para mentir ha sido insuficiente, por lo que ciertas emociones no corresponden con el curso general de lo que se dice (autodeleciones y pistas de embuste).
Los principales motivos por los que podemos detectar rasgos de mentira se deben a:
- Mala preparación de la mentira.
- Mentir sobre sentimientos.
- Los sentimientos generados a raíz de la mentira (culpa, arrepentimiento, vergüenza).
- El temor a ser atrapado.
- Deleite por mentir.
Debemos definir algunos términos, como son los emblemas (acciones corporales que tienen un significado), las ilustraciones (acciones que ejemplifican lo que se está diciendo con las palabras), los deslices emblemáticos (gestos de significado conocido por una misma cultura y que no dan lugar a la ambigüedad).
Imagen 1. Ilustración de andar. Dedos en movimiento.
Imagen 2. Desliz emblemático. Peineta.
Son muchos aspectos los que debemos tener en cuenta para poder aseverar que el mensaje que nos han transmitido es mentira, pero podemos prestar atención a los más relevantes, que son las palabras, las pausas, la voz, las expresiones, los movimientos de la cabeza, los ademanes de la persona, posturas corporales, ritmo y profundidad de la respiración, etc.
Mucha gente presta atención principalmente a las palabras y las expresiones faciales y, por ende, suelen ser embaucadas fácilmente, ya que las palabras reciben tanta atención obviamente porque es la forma de comunicación más rica y diferenciada por la cual el ser humano se comunica.
Consiguiendo tener controladas todas estas fuentes, que aportan tanta o más información que las palabras y el rostro, se aumentan notablemente las posibilidades de conseguir detectar a la persona que nos está mintiendo. Resulta mucho más sencillo mentir solo con las palabras que con el resto del cuerpo, pero es más simple intentar disimular un gesto que negar lo que se acaba de comunicar con palabras.
Tuitéalo: "Resulta mucho más sencillo mentir solo con las palabras que con el resto del cuerpo"
La prosodia también es algo importante, ya que nos da información sobre los elementos del habla que no constituyen segmentos fonéticos, sino que son propiedades de unidades articulatorias superiores del habla como acentos o entonación que afectan al mensaje.
Es precisamente a causa de los sentimientos internos derivados de una mentira por lo que nuestra voz se puede ver afectada en la entonación, la velocidad de enunciación o la frecuencia.
En un discurso normal de una persona veraz, se tenderá a tener un ritmo de palabras por minuto más o menos siempre similar, con una misma entonación (salvo las entonaciones hechas adrede para reforzar el mensaje) y un timbre de voz similar.
Las personas que transmiten un mensaje falso tenderán a tener ligeras modificaciones en estos parámetros que se salen de la estadística normal de dicha persona.
Muchas personas, al mentir, hablan de forma más acelerada, ya que su mente les transmite que, al ser un mensaje falso, cuanto antes sea transmitido, antes se eliminará ese componente psicológico de estrés que facilita su detección. Respecto al tono y timbre de voz, se puede observar cómo algunas voces se agudizan en varios decibelios o se vuelven más graves, ya sea a propósito por parte del emisor o sin intención por parte de este.
Bien es cierto que las palabras, la entonación, el timbre, el ritmo, etc. se pueden ensayar una y otra vez hasta que el discurso parezca lo más real y veraz posible. Con estas repeticiones lo que se consigue es atenuar el impacto del proceso psicológico que lleva asociado una mentira, practicar la puesta en escena y evitar o corregir los posibles fallos que den lugar a sospechar de la mentira.
Otra parte muy importante en las comunicaciones es el cuerpo. Los movimientos, las posturas o la orientación que este tome pueden darnos lugar a pensar que existen indicios de mentira en el discurso.
Hay gran cantidad de gestos automáticos que no podemos evitar al hablar las personas, pero que pueden ser practicados por los mentirosos para evitar que los detecten o conseguir desviar nuestra atención de otros aspectos más indiciarios. Esto es debido a que, en muchas ocasiones, por un número excesivo o muy bajo de gestos, puedo suponer que la persona está nerviosa porque sabe que su discurso es mentira o, al menos, falta a la verdad.
Pero hay que tener especial cuidado con los gestos, ya que precisan de un conocimiento previo de cómo una persona gesticula con el cuerpo o las manos de forma normal y regular para poder diferenciarlo de aquellas situaciones anormales.
Como en casi todo el proceso de detección de mentiras, debe existir previamente a la determinación de los indicios una fase de conocimiento o comprobación de los estándares de expresión de la persona a la que se está entrevistando. Esto nos sirve para poder discernir entre lo que es un hábito normal en su persona y lo que se sale de esta normalidad.
Tanto la cara como la voz brindan muchos indicios sobre el engaño debido a que se encuentran directamente conectadas con zonas del cerebro vinculadas con las emociones e inevitablemente repercuten en sus manifestaciones externas de una forma u otra.
Hay músculos de la cara que se activan involuntariamente cuando hablamos de algo que nos hace felices, mostrando un aspecto de felicidad, pero sin embargo, si pensamos en la muerte de nuestra mascota, seguramente se activen músculos faciales que nos harán tener un rostro de tristeza. Se debe a que esta asociación no se decide de forma libre, salvo que sea falsa y se utilice para mentir o confundir a nuestro interlocutor. Estas acciones son las que, si no se hacen de forma deliberada, pueden ayudarnos a la hora de tener la consideración para estos gestos de indicios de la mentira.
Junto con estos movimientos involuntarios, activamos otros de forma voluntaria que podemos manejar a nuestro antojo, siendo estos los que pueden proporcionar una información errónea de forma deliberada. Aquella persona que está mintiendo de forma deliberada es consciente de que hay ciertos rasgos que no debe mostrar y otros que sí, como asombro al recibir una información de la que se está al corriente de primera mano.
Las posiciones del cuerpo o de alguna de sus partes no dejan de ser algo más que tener en consideración y evaluar junto al resto de indicios que nos puede ayudar a determinar la falsedad de los indicios. No todas las posiciones corporales o gesticulaciones tienen por qué tener el sentido que se espera o se deduce de ellos, ya que debemos tener en cuenta que la persona está siendo sometida a una serie de preguntas indagadoras sobre un tema conocido o no, que puedan alterar el estado emocional y físico de la persona.
Estas alteraciones por sí solas no tienen un gran valor indiciario, ya que cada persona reaccionará de una forma diferente ante un mismo estímulo o pregunta.
Planteemos el siguiente caso: una persona aparece asesinada en su casa, con la puerta cerrada, y el principal sospechoso es su vecino debido a las múltiples discusiones o peleas que ambos habían mantenido con anterioridad.
Cuando la policía requiera al vecino para interrogarle sobre los hechos y conocer sobre su coartada la noche anterior, este puede que se muestre unos signos desafiantes, arrogantes, alegría, desconfianza, etc. ante las preguntas policiales. Estos indicios no son suficientes como para determinar que el vecino tiene algo que ver con la muerte, ya que puede que su actitud sea debida a la liberación que siente por saber que, a partir de ahora, ya no tendrá más discusiones con la víctima o motivada por la incredulidad de los agentes de su coartada durante los hechos.
Debemos tener especial cuidado con los deslices (sucesos de pleno significado que revelan conflictos psicológicos) que se suelen generar en los mentirosos y que pueden ser verbales, corporales, emblemas de autodeleción… De conseguir detectar alguno de estos deslices, hay que indagar e investigar más en profundidad todo aquello que circunscribe al momento en el que se cometió el desliz, ya que nos indica que, en algún momento, los sentimientos de la persona diferían de lo expresado.
Los errores del habla pueden indicar tan solo tensión de diversas clases, no necesariamente mentira, ya que la persona que se ve inmersa en una investigación policial, que no es culpable ni oculta ningún tipo de información, puede equivocarse numerosas veces en su declaración a causa de los nervios y el estrés de la situación, pero no porque estos sean de generación interna por la intención de mentir.
No hay garantía alguna de que un mentiroso vaya a incurrir en un desliz que nos facilite el trabajo, pero sí se pueden dar estos deslices como signos genuinos de que la persona no quiere revelar cierta información, pero no tiene por qué estar mintiendo.
Hay múltiples formas de que se presenten, como son la enfatización de una frase, una acentuación excesiva, dibujar en el aire la palabra mientras se narra, ya que normalmente este tipo de ilustraciones se lleva a cabo con las manos, pero entran en juego otras partes que aportan un mayor peso (cejas, párpados, tronco…).
Debemos tener en consideración que una ilustración suele ser producida por la persona de forma consciente para dar una mejor explicación a lo que se trasmite con palabras, por lo que podemos interpretar algo como indicio de mentira cuando no lo es realmente.
Suelen ser muy usadas en personas nerviosas o altamente gesticulantes, siendo más habitual aún cuando una persona no consigue encontrar el término que desea para expresarse, por lo que, en ocasiones, las ilustraciones pueden cumplir un papel de autoalimentación, ayudando a reunir los términos necesarios para un discurso coherente y no como signos de mentira.
La gente tiende a ilustrar menos cuando existe una falta de apego emocional a lo que se está diciendo, cuando se aburre o siente que la situación en la que se encuentra no va con ella. Una persona que demuestra interés fingido se verá traicionada por la falta del aumento de ilustraciones que acompañen a sus palabras o acciones.
Pero dichas ilustraciones también se ven reducidas en número y forma cuando la persona tiende a hablar con cautela, como discursos oficiales o situaciones críticas. Precisamente para evitar que se le tome por una persona que gesticula a modo de proteger o resguardar sus mentiras.
Aquellos mentirosos que no se han preparado suficientemente su falso discurso muestran una menor cantidad de ilustraciones dado el mismo caso en aquellos que sí han tenido tiempo suficiente, pero este aumento no es el mismo que si el discurso fuera veraz.
Aquí debemos tener en consideración el error de Otelo (una persona vez puede presentar signos de mentira debidos a la presión a la que está sometida) y el riesgo de Brokaw (no se tienen en consideración las diferencias individuales). Errores y signos que han sido ya descritos y que se dan en una gran parte de las entrevistas.
Por lo tanto, antes de poder decir qué signos son indiciarios de mentira o no, debemos tener en consideración estos riesgos y errores para evitar cometer un error de mayor índole, cosa que no es tan fácil que se produzca con los deslices emblemáticos, ya que su significado es sobradamente conocido y su realización transmite un mensaje claro y conciso.
Otro movimiento corporal que puede aportarnos más información son las manipulaciones. Son movimientos en los que el narrador actúa sobre su propio cuerpo, masajeando, frotando, rascando... una parte durante un breve periodo de tiempo o, en algunos casos, varios minutos.
Lo más típico es la mano manipuladora. Tocarse la nariz, una oreja, el pelo o apretar una mano contra la otra son algunas de las más comunes, aunque no significa que no haya muchas más y que podamos encontrarnos con algunas otras que sean específicas de una cultura o persona. Se pueden dar también manipulaciones contra objetos como bolígrafos, móviles o papel.
Estas acciones debemos tomarlas casi siempre como acciones automatizadas por la persona, ya que muchas son aprendidas y se operan sin pensar, por lo que se puede tomar como ofensa el observar mucho estas manipulaciones, consiguiendo así que la persona que las realiza aborte su ejecución y tomando una actitud no deseada y que puede inducirnos a errores en la interpretación de los indicios detectables. Cada persona tiene una manipulación distinta y favorita que ejecutará sin ser consciente de ella o pensar que puede inducir a sospechas a su interlocutor.
Las manipulaciones no son signos válidos del engaño, ya que nos pueden indicar estados opuestos como la incomodidad o la relajación del interlocutor. Estos dos estados se pueden malinterpretar fácilmente, pensando en la falsedad del discurso, ya que es de conocimiento general que las manipulaciones pueden ser signos de molestia o conducta nerviosas, las cuales se asocian a mentiras.
Siempre que encontremos acciones contradictorias, debemos tener especial cuidado y continuar con las averiguaciones necesarias hasta poder tener una mayor seguridad sobre qué acción podemos tomar como prevaleciente.
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