Eduardo Fernández García - Vie, 25/11/2022 - 08:44
Isabel I de Castilla y Cristóbal Colón. Estatua en Sevilla.
Serie: 'Haciendo Historia' (XC)
El proyecto de Isabel I, a la vez personal y político, transformó radicalmente la sociedad de los reinos hispánicos y los insertó definitivamente en la Modernidad. Como sucede con las figuras destacadas de la Historia de España, la investigación sobre la persona, hechos, logros y programa de Isabel I de Castilla ha estado tradicionalmente sujeta a grandes controversias y enormes oscilaciones entre la hagiografía y la crítica infundada. La historiografía modernista española más reciente ha tratado de rescatar a Isabel I a partes iguales de los prejuicios y de los lugares comunes, para evaluar la transformación, sin duda profunda y duradera, que su gobierno imprimió a Castilla y León, y a partir de ella a todos los reinos hispánicos. Esta Universidad promueve un acercamiento académico a su figura, que permite revisitar algunas de las investigaciones clásicas españolas desde nuevas propuestas epistémicas y metodológicas, esto es, un acercamiento integral a su reinado, a las sombras que como obra humana perfectible tuvo su gobierno y también a los singulares avances que colocaron a Castilla en el círculo de la hegemonía continental, sin olvidar la profunda vocación atlántica que el descubrimiento de las Indias suscitó en la monarquía hispánica posterior.
Castilla se inserta en la Modernidad con Isabel I
De la mano del programa isabelino Castilla entró de lleno en una Modernidad que parecía impulsada solo desde Italia y Francia. Las hechuras medievales del sistema político de los últimos Trastámara castellanos se mostraron insuficientes para acometer una transformación tan profunda del tejido social, de la vida política, de la organización institucional, de la cultura y parcialmente de la estructura económica del reino. Es verdad que se ha achacado una ambición personal inmensa a una persona que no estaba destinada a reinar y que, sin embargo, removió todos los obstáculos y supo aprovechar los cambios que el azar le propició, porque tenía un proyecto personal y político muy superior al que mostró su hermanastro Enrique IV. A diferencia de lo que andando el tiempo sucedería a su hija la reina Juana, a quien limitaron el gobierno primero su padre, Fernando el Católico, luego su marido Felipe el Hermoso y finalmente su hijo, Carlos V, Isabel I es un ejemplo acabado de tesón que supera las limitaciones de género y las contrariedades de las acechanzas políticas tendidas antes de su ascenso al trono y aún en la guerra civil que siguió a este, por parte de la nobleza y de las ambiciones portuguesas.
La gestión de Isabel I
La transformación de Castilla en los años del gobierno isabelino alcanza a todos los aspectos de la gestión del reino, desde la concentración de poderes regios que en ocasiones ha tendido a identificarse como rasgo autocrático, hasta la fiscalidad, desde la seguridad de los pueblos con la reorganización de las hermandades hasta la organización municipal o concejil a través de los corregidores, desde el viraje -anulado el reino nazarí- en las relaciones peninsulares de Portugal a Aragón hasta su inserción en la política continental a través de alianza aragonesa que miraba a Italia y el Mediterráneo y de la política matrimonial de sus hijos, desde la apertura de nuevos espacios atlánticos a través de los avances en las tierras indianas hasta una mayor cohesión social. Algunos aspectos prácticos son muy destacables para su tiempo, como la educación que quiso para sus hijas o la apoyatura en las ciudades para superar la animadversión nobiliaria. Otros presentan mayores claroscuros, como su decidida intervención política en la autonomía de instituciones como los regimientos o las Cortes, y finalmente otro aspecto merece un juicio crítico severo, cómo es la expulsión de los judíos. Con todo, los historiadores clamamos contra ese presentismo que implica juzgar con valores actuales tiempos pasados insertos en esquemas mentales, sociales y culturales muy diferentes. Sigue hoy habiendo un amplio espacio para revisitar la apuesta isabelina por un proyecto de unión, por un programa de suma de intereses sociales, por la superación de la coyuntura de debilidad de sus antecesores. El programa isabelino quedó inconcluso en algunos aspectos esenciales, se torció en otros y marcó una pauta que fue radicalmente transformada por la mentalidad política carolina dos décadas después de la muerte de Isabel.
Figura y obra de Isabel I
Pero todos esos avatares y rasgos traducen una pulsión vital de Isabel por el gobierno, tantas veces explicado como servicio a su reino, a su pueblo. No puede entenderse la figura y la obra de Isabel I desligada de la permanente busca del bien común, como proclama tan claramente su testamento. Queda espacio aún para un acercamiento apasionante, pero desapasionado a Isabel I, renovado y más ambicioso, que termine de explorar su impronta más allá de los grandes objetivos políticos, que observe las transformaciones sociales que impulsó y su convicción en la capacidad cultural hispánica. Esa entrada de España en la Modernidad no fue un feliz hallazgo fortuito, ni un mero encaje temporal entre el final de la Baja Edad Media y nuestra primera Edad Moderna; nada de eso pasó inadvertidamente, sino en buena medida con la participación consciente y el tesón isabelino. Lejos de debates estériles y parciales sobre hispanofilias o imperiofobias, estos nuevos acercamientos historiográficos sólidos a Isabel I, que siguen algunas investigaciones historiográficas y biográficas de enorme rigor, están proyectando una imagen alejada de estereotipos y simplificaciones. En los próximos años todavía descubriremos algunos aspectos muy relevantes de Isabel I, su tiempo y su sociedad y en nuestra Universidad continuaremos investigando en su visión moderna de las aspiraciones y retos de los reinos hispánicos y del nuevo mundo que acababa de ampliar.
Editor: Universidad Isabel I
Burgos, España
ISSN: 2659-398X
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