Rafael Brotóns Cano - Mié, 22/02/2023 - 10:18
Película, 'El Desafío'. Fuente: espinof.com
Serie: 'A Global Outlook for Project Managers' (XIII)
El 7 de agosto del año 1974, el equilibrista francés Philippe Petit llevó a cabo la hazaña de caminar entre las dos torres gemelas de Nueva York, a más de 400 metros sobre la ciudad de los sueños. Treinta años después, el director Robert Zemeckis llevó a la pantalla esta historia de superación. Acompañados por la trepidante banda sonora del premiado compositor Alan Silvestri, el espectador se introduce de lleno en el personaje que interpreta Joseph Gordon-Levitt. La película se tituló “The Walk”, “El desafío” en español, y sigue el viaje de Petit desde su infancia en Francia hasta su entrenamiento y su planificación para realizar su épica y peligrosa gesta.
La película destaca la dedicación, el coraje y la determinación de Petit, así como su pasión por la vida y su arte. Un camino, un equipo, una misión, un líder… ¿no se asemeja a un director de proyectos en pleno desempeño de su profesión?
Por un lado, Philippe Petit es un líder visionario que afronta su misión de caminar sobre un cable de acero a gran altura entre las Torres Gemelas. A lo largo del camino, Petit se encuentra con un grupo de amigos y seguidores leales que lo apoyan en su misión y trabajan juntos para llevarla a cabo. Del mismo modo, un director de proyectos lidera a su equipo hacia el éxito de su proyecto.
Ambos tienen un enfoque en el logro de objetivos: un equilibrista enfocado en cruzar de la torre sur a la norte y vuelta sobre un cable de acero, desafiando los obstáculos que salen a su paso (unas condiciones adversas, unas aves, una tormenta en ciernes) y quien trabaja constantemente para asegurar cumplir con unos objetivos de tiempo y coste acordados desde el planteamiento de un alcance definido (afortunadamente para Petit el alcance no presentaba dudas).
Podría parecer que la travesía de un director de proyectos no es tan arriesgada como para temer por su vida… ¿o tal vez sí? A lo largo del desarrollo de un proyecto hay numerosas circunstancias que puede hacer peligrar la integridad no de una, sino de decenas o cientos de personas. Imaginemos la construcción de una plataforma petrolífera en el Mar del Norte. El más mínimo error en la planificación y ejecución de las actividades puede devenir en un desastre ecológico y humano. Porque Petit anduvo solo sobre una fina cuerda de vida pero el director de proyectos es capaz de subir a la misma cuerda con varias personas sobre sus hombros y con una cinta cubriendo sus ojos. En una mano carga la vara de la experiencia y en la otra la del conocimiento. Los datos, en la mayor parte de los casos, permanecen ocultos para esta figura. En forma de aves curiosas a veces, amenazantes otras, los datos aparecen sobre su cabeza para ponerle a prueba, para poner en evidencia el juicio de aquél que camina en la incertidumbre.
“Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente Estambul”, decía el pirata de Espronceda. A la izquierda nuestros hitos, la gestión de costes a la derecha y, enfrente, la meta. Nuestro destino. Cumplir con el alcance de nuestro proyecto es lo que da sentido a esta tribulación. Avanzamos a tientas, en el centro de toda atención, soportados por esa cuerda, ese hilo casi transparente que es la calidad de nuestras decisiones, de nuestro equipo, nuestros sistemas. Ya quisiéramos contar con un camino de baldosas amarillas para llegar a Oz, adoquines firmemente asentados en las entrañas de la tierra. Pero ahí estamos, en las alturas, desafiando la gravedad, mirando de frente nuestra adversidad, diciéndole a Petit que su gesta no fue nada, que nosotros, los directores de proyectos, no nos bajamos del alambre.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2697-2077
Burgos, España
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