¿Por qué tienen nombre las calles?

Vista aérea de Burgos capital.

Serie: 'Haciendo Historia' (CIII)

Cada 8 noviembre se celebra a nivel mundial el Día del Urbanismo. Es un reconocimiento al papel que desempeñan las personas que se dedican profesionalmente a planificar y diseñar los espacios urbanos y, por extensión, otros núcleos de población. El urbanismo se vincula tradicionalmente a las ciudades y su desarrollo, por lo que se considera que el nacimiento de esta disciplina surgió en Mesopotamia, por ser esta civilización madre de los núcleos urbanos; antes ya existían poblamientos amplios, pero no eran consideradas ciudades.

Las ciudades viven en continua evolución, una evolución que abarca siglos. Aunque en contadas ocasiones en un mismo emplazamiento se suceden varias ciudades, lo común es que un mismo espacio se transforme a lo largo del tiempo y su historia explique su transformación.

Poniendo la atención en Occidente, cabe señalar la relevancia que han tenido a nivel urbanístico los paradigmas de las urbes romanas, sin desdeñar el papel de otros pueblos como el griego o el etrusco. En la Antigua Roma, cuando se planteaban ciudades de nueva planta, se trazaban los ejes perpendiculares del cardo (norte-sur) y decumano (este-oeste). A partir de ellos, paralelamente a ambos, se construían las sucesivas calles de la ciudad. Sin embargo, las gentes se perdían. ¿Por qué? Las calles carecían de denominación, no tenían nombres. Al menos, la mayoría de ellas, solo algunas vías principales tenían nombre. Las personas se guiaban por los negocios que había en ellas, utilizaban también edificios públicos o majestuosos palacios privados para orientarse y, aun así, no era tarea fácil.

En el lado opuesto se encuentran los ejemplos de ciudades en las que, aunque algunas calles se nombran, la mayoría de ellas se numeran, siendo el caso de Nueva York paradigmático, donde no se pueden olvidar Wall Street o Park Avenue a la par que se recuerda la conocida y cotizadísima Quinta Avenida. Numerar las calles, en vez de nombrarlas, en contextos de plurilingüismo social, es decir, comunidades en la que se hablan varias lenguas, brinda una mayor integración y facilidad de desenvolvimiento.

Cruce de calles en Nueva York.

Poner nombre a vías, travesías y parques no se hace únicamente para la identificación de casas y negocios, es una herramienta para dar reconocimiento a lugares, personas o hechos relevantes. No es trivial a quién se recuerda y con qué motivos, es un aspecto fundamental dentro del patrimonio inmaterial de ese núcleo de población.

Se puede realizar un pequeño ejercicio de reflexión recapacitando sobre tres lugares próximos como la panadería, la biblioteca y el supermercado más cercanos. ¿Cómo se llama la plaza, calle, avenida en las que se encuentran? Seguramente, los topónimos, nombre propio de lugar, región o país, ganen por goleada. En los centros históricos abundan también los nombres de los antiguos gremios: Herreros, Platerías, Carnicerías, etc. Seguidamente, los hechos históricos y los personajes relevantes tomarán el testigo. Sin olvidar el humor puesto en algunas ocasiones, pudiendo localizarse en la Calle Me falta un tornillo (Arroyo de la Encomienda, Valladolid) o Calle Salsipuedes (Pamplona).

Tan importantes son las palabras como los silencios. Sin ahondar en temas de exacerbada controversia como la Ley de Memoria Democrática, cabe señalar que hay numerosas líneas de investigación abiertas que estudian la desigualdad en la representación y representatividad de los grupos subalternos en la nomenclatura callejera, pues quien tiene el poder es quien nombra las cosas. El término ‘subalternidad’ se utiliza en las ciencias humanas para referirse a sectores dentro de la marginación y a las capas inferiores de las sociedades. Un ejemplo claro de ello es el limitado número de calles con nombre de mujer. Menos calles y la mayoría de ellas en la periferia (salvo las renombradas a consecuencia precisamente de la Ley de Memoria Democrática). Nuevas calles y barriadas nacen sin llenar esos vacíos que se colman con nombres de lo más variopintos como las calles Rodio, Antracita o Bronce en el llamado Barrio de los Metales de Madrid. Sin moverse de la capital española, se ha señalado que, pese a la fundación de la ciudad en tiempos del Emirato, la huella musulmana es casi inexistente, obviando esta parte de la historia de la urbe, mientras que permanece, por ejemplo, la Avenida del presidente Carmona de la dictadura portuguesa.

Para estudiar y comprender una ciudad debe atenderse a sus edificios, a sus servicios, a sus calles y avenidas y también a su patrimonio inmaterial. De este modo, se podrán construir y reformar espacios en los que todo el mundo encuentre su hueco. Así serán verdaderos lugares de convivencia que fomenten una vida mejor, objetivos que el Urbanismo persigue.

Referencias:

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Editor: Universidad Isabel I

Burgos, España

ISSN: 2659-398X